Un cuadro rectovertido no es un cuadro de dos caras habitual. Las
aberturas que lo cruzan de parte a parte le confieren un muy distinto
alcance.
El espectador que observa una de las dos caras llenas de un cuadro
rectovertido ve al mismo tiempo la tercera cara constituida de vacío.
Esta abertura le lleva a querer no sólo mirar detrás
del cuadro sino también a observar a través del cuadro.
Esta es la razón por la que la rectoversión, al ayudar
al espectador "a perforar lo visible", actualiza de nuevo
la constatación ancestral según la cual cualquier
pintura artística contiene una parte inexpresable que sobrepasa
siempre lo que ella misma puede expresar.
Si es sobre todo la tercera cara la que ayuda al espectador a recorrer
este camino, es porque le ayuda de manera objetiva. Ve realmente
a través de las dos caras, no es un fraude de su mental.
Las famosas expresiones "ir a ver detrás del espejo"
y "pasar a través del espejo" cobran aquí
toda su realidad.
La tercera cara es materialmente idéntica a ambos lados
del cuadro rectovertido. El anverso (recto) virtual, asociado
simbólicamente a lo racional, a la luz y a la línea
recta conoce esta parte inexpresable. Lo mismo encontrará
con el reverso (verso) virtual asociado simbólicamente
al irracional, a la sombra y a la línea espiral.
André Malraux se expresó sobre esta parte de misterio
inherente al arte. Encontrarán en las citas del mes algunas
"perlas" de este hombre asombroso.
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